Funcionamiento del oído.

 

Los oídos convierten unas vibraciones físicas en unas señales nerviosas que viajarán al cerebro y, una vez ahí, serán procesadas para experimentar la sensación del sonido.

Cuando el sonido se recibe en el pabellón, sigue un recorrido preciso, atravesando las tres partes del oído. Durante este recorrido, se amplifica y se transforma para que el cerebro pueda comprenderlo.

El pabellón capta el sonido para enviarlo después al conducto auditivo en forma de vibraciones que llegan hasta el tímpano.

Estas vibraciones se transmiten al oído medio donde el martillo, el yunque y el estribo las amplifican para transmitirlas después al oído interno. El oído medio también protege al oído interno de los sonidos altos, superiores a 80 dB.

El estribo presionará la cóclea, la cual se encuentra en el oído interno. En el interior de la cóclea se encuentran las células ciliadas, cuyos cilios permiten transformar las vibraciones en señales eléctricas que el cerebro interpretará.

La diferencia entre el funcionamiento de un oído con pérdida auditiva y el funcionamiento de un oído sano se evidencia a través de las células ciliadas. Estas células son muy frágiles y se pueden destruir de forma abrupta o progresiva cuando se someten a intensidades sonoras importantes. ¿El problema? No se regeneran y no se pueden curar ni reemplazar.

Cuando una célula ciliada se daña, la transmisión de la señal hacia el cerebro se vuelve imprecisa y se experimentan dificultades para oír.

En cambio, cuando se destruye la célula ciliada, esta no puede transmitir la señal hacia el cerebro: por lo tanto, ya no se puede oír. Esta pérdida auditiva es irremediable.



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